Ribadavia es un municipio de la comarca gallega del Ribeiro, en el oeste de la provincia española de Orense y cuyo nombre deriva de “rippa avie”, es decir, a orillas del río Avia. Sus primeros pobladores eran celtas atraídos por las riquezas de sus minas y montañas, el oro en el lecho de los ríos y las aguas termales cargadas de minerales.
Posteriormente, las mismas razones llevaron a los romanos a habitar la zona. La invasión musulmana del siglo VIII tardó en interesarse por la región que no tardó en ser reconquistada por el rey asturiano Alfonso III.
Es entonces, hasta el siglo XII, cuando proliferan de monasterios y fortalezas que le atribuyen a la zona el mote de “territorio de castela” (tierra de castillos). Durante un breve período, entre 1065 y 1071, Ribadavia obtuvo el título de capital del reino de Galicia bajo Don García.
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Sin embargo, en el siglo XII, se inició la expansión demográfica y económica de la ciudad, potenciada por el poder monástico de San Clodio, Santa María de Melón y Oseira, así como por el poder de la encomienda de la Orden de Malta en Beade, unida a la producción y comercialización del vino del Ribeiro.
Fue entonces cuando más prosperó en la villa una comunidad hebrea agrupada en torno a la denominada Porta Nova, atraída por posibilidades interesantes para sus negocios. La población judía alcanzó una gran densidad en Ribadavia y se presume que tuvieron una relevancia notable en la exportación de la producción vitivinícola por sus contactos en el norte de Europa.
Además de comerciantes, ejercieron oficios de artesanos como herrero, sastre, zapatero, etc. El Barrio Judío fue declarado monumento nacional y todavía conserva sus características del medioevo.
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De hecho, la primera mención escrita a los judíos de Ribadavia llega de una fuente sorprendente: las Crónicas de Froissart sobre la Guerra de los Cien Años, que describen el desembarco en Galicia, en 1386, de un ejército inglés comandado por el Duque de Lancaster que saqueó varias ciudades, entre las que se encontraba Ribadavia, donde el texto comenta que cristianos y judíos combatieron juntos y que, una vez vencidos, se obtuvo un gran botín, especialmente «en las casas de los judíos».
La Crónica, además, hace una estimación de la población hebrea de Ribadavia, que cifra en unas 1.500 personas, un número a todas luces excesivo. Durante el siglo XV hay algunas menciones documentales más sobre la comunidad judía en la villa.
Se sabe, por ejemplo, que durante la segunda mitad de esa centuria hubo una presencia permanente, pero bastante reducida: trece familias en 1464, siete una década más tarde, once en 1479… A estas cifras hay que añadir personas que no tributaban en Ribadavia pero sí residían allí. En cualquier caso, vemos que se trata de comunidades pequeñas, en la línea de la mayor parte de las juderías de Galicia.
Además de a las habituales actividades comerciales y a los oficios artesanales, los judíos de Ribadavia estuvieron vinculados en múltiples ocasiones a las actividades y los intereses en la zona de nobles y monarcas.
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Ejemplo de ello fue Abraham de León, recaudador real de la alcabalas -un importante impuesto- del vino, ejerciendo tanto en Orense como en la propia villa, a la que se trasladó entre 1438 y 1444.
En Ribadavia fue recaudador y hombre de confianza de Diego Pérez Sarmiento, señor de la villa y adelantado de Galicia.
No es el único nombre que encontramos: con Bernardino Pérez Sarmiento, primer conde de Ribadavia, trabajó como mayordomo Judá Pérez, del que se sabe que después se convirtió al cristianismo llamándose Luis Alonso, camino por el que optaron otros muchos en la villa.
Tras el edicto de expulsión son muchos los judíos de Ribadavia que se convirtieron al cristianismo, aunque se sabe que algunos siguieron manteniendo el culto judío en secreto o, al menos, eso indican los procesos inquisitoriales que se realizan incluso más de un siglo después; por ejemplo, en 1606, en una investigación que se inició cuando el converso Xerónimo Bautista de Mena entregó al Santo Oficio una lista de 200 personas de Ribadavia que según él seguían practicando ritos judíos en secreto.
Entre los nombres en la lista estaban su propia madre, sus hermanos y sus cuñados. El denunciante apareció asesinado ese mismo año sin que nunca se encontrase a los asesinos; muchos de los denunciados huyeron antes de ser detenidos, pero aún así en 1608 se celebraba un auto de fe en Santiago con 28 acusados.
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Para visitar la judería de Ribadavia lo mejor es empezar por el Centro de Información Judía de Galicia, que se encuentra en el Pazo de los Condes de Ribadavia, un hermoso edificio de los siglos XVII y XVIII en plena Plaza Mayor.
El centro ofrece abundante información sobre la historia de las comunidades judías en toda Galicia, tanto antes como después de 1492, con especial mención a los procesos inquisitoriales que sufrieron.
Precisamente, uno de los lugares relacionados con el pasado judío de la ciudad que se pueden ver es la Casa de la Inquisición, en la esquina de la calle Jerusalén con la de San Martiño. Se trata de un hermoso palacio fortificado que cuenta con un bello patio renacentista en su interior.
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Muy cerca está la judería propiamente dicha, que se extendía desde la Plaza Mayor a la muralla medieval. Podemos adentrarnos en la que hasta 1492 fue la Rúa de Xudería y después pasó a llamarse de la Cruz, tal y como ocurrió en muchas calles de barrios judíos. Hoy, es la rúa Merelles Caula, pero durante siglos siguió añadiendo al nombre que tuviese en cada momento la mención a ese pasado judío.
Esta calle, que guarda un inconfundible aspecto medieval, fue el centro de la judería y en ella se sabe que había una sinagoga, si bien los autores discrepan sobre su ubicación exacta: unos la sitúan en la esquina con la calle San Martiño y otros en lo que hoy es la Plaza de la Magdalena.
Desde esta plaza, siguiendo la Rúa da Porta Nova de Abaixo, llegaremos a la puerta considerada el límite del barrio judío. Es una de las cinco entradas originales que se conservan de una muralla que empezó a construirse en el siglo XII y que se demolió en su mayor parte en 1832.
Por último, encontramos la Tahona de Herminia, una tienda-museo que se ha convertido en un imprescindible de la ciudad y en la que la propia Herminia sigue haciendo dulces según viejas recetas sefardíes.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
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