Se presenta por primera vez en Argentina el texto israelí más representado en el mundo. Réquiem (Hashkavá) es la última obra dirigida por el multipremiado autor Hanoch Levin, escrita en sus útlimos días, mientras se enfrentaba a una enfermedad terminal.
Inspirada en los personajes de tres historias breves de Antón Chéjov, Réquiem es un bello cuento de hadas sobre el sentido de la vida y su trascendencia, una reflexión acerca de la vida, esta que es, y también acerca de la que pudo haber sido.
Un anciano, carpintero armador de ataúdes, el consagrado Roberto Mosca , y su esposa, a cargo de la talentosísima Elena Petraglia, viven sin cuestionamientos su vejez en un pequeña aldea perdida en el tiempo y la enfermedad. Ella tose. Él parece ensimismado en su trabajo. Ella vuelve a toser. Y entonces ya no van a poder mirar hacia otro lado. Así, apenas pocos minutos de comenzado este Requiem, se abre un mundo mágico y a la vez real, doloroso y a su vez repleto de belleza. Es así que los “viejos” (tal como se llaman entre ellos durante los 75 minutos que dura la obra) deciden emprender un viaje. Es un viaje en busca de un curandero, magistralmente interpretado por Cristian Sabaz, pero también es un viaje para encontrarse ellos mismos.
En el camino se cruzarán con un cochero, que también tiene una historia para contar (vamos a tener que esperar hasta el final para conocer el solitario dolor del personaje contado por Marcelo Rodríguez), con una joven madre desesperada por salvar a su hijo (Paula Vautier, en una conmovedora actuación) y con unos aparentemente felices borrachos y prostitutas, gran acierto de la puesta de Marcelo Moncarz, con la magnífica titiritera Ariadna Bufano a la cabeza de un equipo que hasta nos hará ver un caballo interactuando en escena. En medio de este viaje -que no es si no el viaje de la vida- están también ellos, unos ángeles sin Jazán, llevando en esta Haskavá a cada nuevo difunto al lugar que merece.
No es la primera vez que el director Marcelo Moncarz se zambulle con valentía en la exploración del alma humana. Lo hizo con alta sensibilidad en La Maldecida de Fedra, de Patricia Suárez, Reconstrucción de una ausencia, de Gonzalo Marull, y en Geografías, de Leandro Airaldo, actualmente en su segunda temporada, entre otras.
Los recursos lumínicos a cargo de Daniela García Dorato confluyen con las acciones y contribuyen a dar forma a una atmósfera de ensueño, y la escenografía y el vestuario diseñados por Jorge López, ofreciendo el dispositivo escénico y la paleta de colores que el espectáculo merece, es de una excelencia pocas veces vistas en el circuito de teatro independiente.
El recorrido de los cuerpos en el escenario fue coreografiado por Mecha Fernández y la música original, fundamental casi como un personaje más, fue compuesta por el premiado autor y compositor Rony Keselman.
Todas estas vidas rotas y posibles, buscando armarse, hacen a Requiem de visión necesaria. El reconocido director, Marcelo Moncarz, quien además hizo la adaptación, toma del autor israelí esta profunda reflexión sobre la vida (y la muerte) y la lleva, sin bajadas de líneas ni lugares comunes, a una aún más profunda reflexión sobre lo que fue y lo que pudo haber sido, sobre la cruda imposibilidad y la esperanza de ese instante donde estamos a tiempo de cambiarlo todo.
Ficha técnica:
Autor: Hanoch Levin.
Traducción: Susana Novomisky.
Adaptación y dirección: Marcelo Moncarz.
Intérpretes: Roberto Mosca, Elena Petraglia, Cristian Sabaz, Marcelo Rodríguez, Paula Vautier.
Titiriteras: Ariadna Bufano, Andrea Baamonde, Melisa Joss.
Diseño de escenografía y vestuario: Jorge López.
Diseño de iluminación: Daniela García Dorato.
Música original: Rony Keselman.
Coreografía: Mecha Fernández.
Dirección de títeres: Ariadna Bufano.
Producción ejecutiva y artística: Alejandra García.
Sala: Área 623, Pasco 623.
Funciones: lunes a las 20 hs.
Duración: 75 minutos.
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