Un día de los enamorados en agosto. Por Marcelo Polakoff

Un día de los enamorados en agosto. Por Marcelo Polakoff
Un día de los enamorados en agosto. Por Marcelo Polakoff

Tendría a ser una suerte de San Valentín judaico. Y empieza esta noche, al salir la primera estrella del decimoquinto día del mes hebreo de Av, denominado “Tu beAv”. Será luna llena, como todos los 15 de este peculiar calendario “lunisolar”.

La práctica, que se celebra cada 1° de agosto, tiene casi dos mil años, y según la Mishná –la primera compilación de la tradición oral del pueblo judío–, “no hubo días más hermosos para Israel como el 15 de Av y el Día del Perdón. En aquel día las mujeres de Jerusalén salían con ropas blancas prestadas, para no avergonzar a quien no tenía. Y bailaban en los viñedos. ¿Y qué solían decir? Joven, levanta tu mirada y mira a quién habrás de escoger para ti, pero no reposes tus ojos en la belleza, pon tus ojos en la familia, pues engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que honra a Dios será la alabada” (Proverbios 31:30).

Aquel “Tinder” de formato ancestral fue la base para celebrar esta amorosa jornada, que suele festejarse en Israel con conciertos al aire libre.

Tal vez lo más precioso de tan añeja costumbre es la explícita recomendación de nuestros sabios: “levantar la mirada”. ¿No es eso una metáfora perfecta para el amor?

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Elevar la vista no es una cuestión de índole óptica. Implica avistar un poco más allá (o bastante) de lo que se halla ahora mismo ante nuestros ojos. Es atisbar por encima de lo superficial algo de lo que permanece. Es entender al amor como un puente para unir totalidades, sin separar cuerpos de almas. Es otear en el otro un reflejo del Otro (así, con mayúscula). Es percibir –como pide la Mishná– en la “familia” y en la “honra a Dios” el contenido profundo, la identidad diría, del ser a ser amado.

Es fantástico descubrir que incluso en el mismo método de búsqueda se respira amor: el blanco de las ropas prestadas aseguraba la disolución momentánea de toda diferencia de clase, y protegía a quienes más podrían estar desventajadas en esa área. Y el contexto de las danzas le daba a la jornada la experiencia de la alegría plena, uno de los ingredientes más necesarios del amor.

Si a alguno se le escapó San Valentín en febrero, aquí tienen una buena excusa para agosto.

De todos modos, no hay día que no sea ideal para el amor.

Por Marcelo Polakoff (La Voz)

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