
La festividad de Shavuot, llamada en la Torá también «la Fiesta de la Cosecha» o «el Día de las Primicias», comienza el 6 de Siván, que este año caerá al atardecer del próximo domingo. Es la segunda de las tres festividades de peregrinación en el judaísmo, junto con Pesaj y Sucot. La festividad tiene lugar el día después de concluir la cuenta del Omer, que abarca siete semanas y comenzó el segundo día de Pesaj. Se celebra durante dos días. En la Torá, Shavuot es descripta como la festividad de «las primicias de la cosecha de trigo». En otros lugares también es llamada «el Día de las Primicias», ya que marca el inicio del periodo en el que se llevaban las primicias de los frutos al Templo, que duraba hasta Sucot.
En las oraciones, lecturas de la Torá y cánticos festivos de Shavuot, conmemoramos la entrega de la Torá, el acontecimiento más fundamental en la historia del mundo, en el que Di-s se revela al pueblo de Israel en el monte Sinaí, les habla cara a cara, les entrega la Torá y les ordena las mitzvot, encabezadas por los Diez Mandamientos. Durante este evento, Di-s establece un pacto con los hijos de Israel, eligiéndolos como su pueblo, y ellos se comprometen a guardar las mitzvot y la Torá que recibirán. Al concluir el evento, Moshé asciende al monte Sinaí por cuarenta días, al final de los cuales desciende con las Tablas de la Ley, en las que están grabados los Diez Mandamientos pronunciados en ese momento.
¿Qué significa para nosotros recibir la Torá y las mitzvot? Aceptar el yugo de la Torá y las mitzvot es aceptar una nueva vida con un profundo significado para toda la realidad del mundo. Por medio de esta aceptación, todas nuestras perspectivas y estilos de vida deben ser completamente distintos de un mundo sin Torá ni mitzvot. De hecho, cada año, el día de la entrega de la Torá nos presenta un desafío esencial: prepararnos adecuadamente. ¿Cuáles son las herramientas básicas que debemos desarrollar para ser dignos y capaces de recibirla?
En el momento en que Israel escuchó la voz de Di-s hablándoles, inmediatamente se conectaron con un mundo infinitamente superior. Aunque físicamente estaban al pie del monte, sus almas se elevaron. Fue una revelación asombrosa del potencial del ser humano, de hasta dónde puede llegar y qué puede alcanzar. Pero ahora nos corresponde reflexionar: ¿también hoy es posible sentir una conexión con un mundo más elevado?
La entrega de la Torá fue a través del sentido del oído, lo cual es significativo. La audición es única entre los sentidos, ya que nos permite percibir cosas incluso desde lugares que están más allá de nuestro entorno inmediato, como escuchar a través de una pared. A diferencia del tacto, que requiere contacto directo, o de la vista, que aunque permite ver a distancia, puede ser bloqueada fácilmente, la audición puede conectar con otros mundos, incluso si lo que se oye no es completamente claro.
Durante la entrega de la Torá escuchamos con nuestros oídos palabras que en esencia son inalcanzables. En ese momento, fuimos privilegiados de escuchar y también ver con total claridad. Pero desde entonces, nuestras almas volvieron a nuestros cuerpos, y ya no vemos esa conexión de forma tangible. Toda nuestra vida es un intento de alcanzar lo que una vez escuchamos, de lograr y pertenecer a esos niveles elevados y sublimes que se revelaron allí.
Para esta tarea debemos usar ese poder del oído, capaz de tocar lo inaccesible. Debemos desarrollar “grandes oídos” que escuchen y entiendan que hay mucho más allá de lo que se dice literalmente. Cada uno, según su riqueza espiritual y personal, está llamado a buscar una comprensión más profunda incluso en las cosas que parecen simples, con el entendimiento y la sensación interior de que existe un mundo mucho más grande y rico de lo que podemos imaginar.
Si lo observamos con atención, notaremos que toda la Torá se construye sobre la expansión de esos Diez Mandamientos dados en el Sinaí. Un ejemplo entre muchos es que en el mandamiento de “No robarás”, se incluye también la prohibición de robar dinero (según la Mejilta sobre Éxodo 21:6), aunque el contexto original se refiere al secuestro de personas (Sanhedrín 86).
Hoy en día, toda la forma de educación va en contra de esta profundidad. Nuestros oídos se están volviendo cada vez más pequeños; queremos oír solo definiciones y fórmulas precisas y estrechas, y descartamos de inmediato todo aquello que no sea completamente necesario. Peor aún, tendemos a reducir cualquier idea nueva a algo ya conocido. Cuando se nos presenta algo nuevo, lo interpretamos como un refuerzo de lo que ya sabíamos, en lugar de entender que se nos está ofreciendo algo completamente distinto, profundo y desconocido.
El objetivo de la entrega de la Torá es, como dice el versículo: “Para que su temor esté sobre ustedes y no pequen” (Éxodo 20:16). El nivel de temor reverente surge de la comprensión de que incluso en las cosas que parecen simples hay mucho más de lo que podemos entender o captar. Debemos acercarnos a todas las áreas de nuestra vida con la percepción de que pertenecemos a un mundo mucho más elevado de lo que hemos alcanzado hasta ahora. No debemos reducir todo a lo que ya conocemos, sino tratar de elevarnos y pertenecer a niveles más altos, a los que estamos conectados desde que recibimos la Torá.
Esto es válido tanto en nuestra relación con la religión y la espiritualidad, como en la relación del individuo consigo mismo y en las relaciones interpersonales. No debemos escuchar las palabras de los demás de manera superficial, sino examinarlas con la conciencia de que en ellas hay una profundidad y una vida completa que deben ser escuchadas con “grandes oídos”.
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Cuando vemos a nuestros sabios estudiando una y otra vez el mismo tema con pasión y deseo, debemos entender que no se trata de una mera repetición, sino de un estudio que surge del reconocimiento de que hay allí revelaciones nuevas y sorprendentes que aún no se han descubierto.
Ahora, en Shavuot, al venir a recibir nuestra sagrada Torá nuevamente, tenemos la obligación de acercarnos a todas las realidades de nuestra vida con “oídos grandes y activos”, deseosos de elevarse y alcanzar más allá de lo que se ha logrado hasta ahora, capaces de escuchar en las cosas simples mensajes nuevos y profundos, aunque no sean estrictamente necesarios ni refuercen lo ya conocido, con la comprensión fundamental de que pertenecemos para siempre a un lugar más sublime del que actualmente habitamos — cada uno según su nivel.
En un mundo que nos empuja constantemente hacia la inmediatez, la superficialidad y lo conocido, Shavuot nos susurra una verdad eterna: hay mucho más por descubrir, dentro de nosotros y más allá de nosotros. La Torá nos invita a mirar lo cotidiano con ojos nuevos, a escuchar lo simple con oídos atentos, y a vivir cada instante como parte de un propósito más alto.
Aceptar la Torá es aceptar el compromiso de crecer, de refinar nuestra alma, de construir una vida con sentido, con profundidad y con dirección.
Shavuot es el eco eterno del susurro Divino, que espera ser escuchado por un alma sedienta de oír Su voz. Shavuot es el despertar diario a una vida con propósito y sentido eterno.